Guirilandia condal
El centro de Barcelona, ante el riesgo de devenir un parque temático para turistas
Cuatro millones y medio de visitantes están banalizando la ciudad
Un local nocturno de Toulouse se anunciaba así en la guía del ocio de la ciudad: "Aquí encontrará el mejor ambiente de Europa, mejor que el de París o Londres. Casi igual al de Barcelona". La anécdota que cuenta Ángel Juez, propietario de El Ascensor, uno de los bares míticos del centro de la ciudad, ilustra la proyección que la Ciudad Condal ha alcanzado como destino turístico en todo el mundo.
Y los 4,5 millones de visitantes que vinieron a conocerla durante el año pasado son consecuencia lógica de esa realidad. Podría pensarse que todavía no estamos ante un fenómeno preocupante: apenas tres turistas por habitante. Lo malo es la extraña manía que muestran ellos por concentrarse en determinados lugares de la ciudad. Así que a Montserrat Rivera, según ella misma calcula, le acaban tocando varios centenares cada día, algunos sin techo y diferentes bandas de bebedores ruidosos. Lo que ha convertido la vida cotidiana de la plaza Vila de Madrid junto a la que vive "en un completo guirigay".
Los letreros en los balcones que dan a este recoleto espacio del centro histórico de Barcelona que contiene un cementerio romano explican las causas del descontento de sus vecinos: "No a la lloretització", "Silence, please", "Volem dormir"...
Todavía no es Venecia, el paradigmad e ciudad que ha expulsado a sus habitantes para hacer sitio a los turistas, pero el centro de Barcelona galopa hacia un modelo parque de atracciones en el que se mezclan indiscriminadamente las noches de juerga interminables, Gaudí y las playas, mientras desertan ferreterías y colmados. ¿Corre Barcelona el riesgo de convertirse en un escenografía banal y estándar, exclusiva para turistas?
Aesta pregunta responderán durante la próxima semana el grupo de expertos reunidos por la Fundació Caixa Catalunya en el marco de un congreso internacional que bajo el lema Nuevas políticas para el turismo cultural tendrá lugar en la Pedrera. Pues el conflicto entre un turismo masificado y la conservación del patrimonio artístico y humano en los cascos antiguos de las ciudades presenta un horizonte "catastrófico", en palabras de Claude Fourteau, responsable de la política sobre el público en el Louvre ¿Habrá que construir una réplica del Park Güell para preservarlo ante la masificación, como las cuevas de Altamira?, se preguntan los organizadores.
En todo caso, el futuro requerirá una gestión diferente del tema. Pues caterina da año una marabunta de 600 millones de humanos se desplazan por el mundo como turistas. Lo que convierte esta actividad en la primera industria mundial, cuyos indicadores anuncian que seguirá creciendo. Esta marea se desplaza en busca de exotismo y diversión. "Por eso el turismo siempre es cultural", explica el filósofo Yves Michaud, comisario de la conferencia e investigador de este fenómeno en relación con las manifestaciones de identidad. "La actitud del turista está enfocada al descubrimiento de otras identidades, de las cuales el turista tiene en algunos casos una idea preconcebida y, en otros, únicamente la idea que allí se le propone. Y al tiempo que se mueve hacia el encuentro, curioso y disponible, también se muestra hambriento de clichés y estereotipos y consume la cultura y las identidades porque precisamente son los alimentos que busca".
Así que, además de ser el generador de una actividad económica cada vez más necesaria para algunos países, el turismo se muestra al mismo tiempo devastador, capaz de deglutir cultura y paisajes, ensuciar el medio ambiente y canibalizar la vida de los países en los que se desarrolla. "Pues una cultura inventada y trucada se instala para ofrecer exotismo, y sencillamente uno ya no se siente ´en casa´ante la invasión de tantos amables e imprescindibles consumidores", concluye Michaud.
El arquitecto y profesor de la UPC Josep Maria Montaner es uno de los ponentes del encuentro en una sesión en la que se debatirá la uniformización de los centros urbanos y el papel de la Administración: "El mercado de Santa Cade es un buen ejemplo de medida positiva para la consolidación de la vida doméstica del barrio. Pero las subidas de precios que los turistas comportan, los alquileres de pisos por días o el incremento del ruido son aspectos que, ante la obviedad de que los beneficios del turismo no se pueden rechazar, lo más inteligente es ver cómo vehicularlos de forma que se evite la tematización -como está sucediendo en Ciutat Vella o los alrededores de Sagrada Família, donde todo son fast food y tiendas de recuerdos turísticos kitsch- y que los habitantes tengan que irse".
En su momento, Amsterdam prohibió a las sucursales bancarias copar todos los bajos del centro, obligándolas a instalarse en los primeros pisos ¿Cómo lograr que en Barcelona las tiendas de moda y los hoteles no copen todo el espacio? "Resulta muy difícil, porque Barcelona se ha convertido en el bar de Europa -asegura Ángel Juez-. Y hoy ya es habitual, gracias a los billetes de avión baratos, ver a varias decenas de jóvenes inglesas vestidas de conejitos celebrando la despedida de soltera de una de ella por nuestras calles".
Sin embargo, Juez tiene el corazón partido: por un lado es sensible a los resultados que estos visitantes dejan en la caja registradora de sus locales, pero por el otro sufre la deriva de la ciudad su vida: "Sobre todo no debemos olvidar lo frágil que es Ciutat Vella".
Tan frágil que la pasión por el diseño que emborracha la ciudad puede convertirse en un bumerán. Al menos según la opinión de Project for Public Spaces, una organización de arquitectos estadounidense sin ánimo de lucro que realizaron un diagnóstico sobre el urbanismo que se está haciendo en la ciudad: "Locos por el diseño", es su conclusión. La frase habla de la buena imagen de la ciudad en el exterior, pero también alerta sobre la creciente fiebre por crear una Barcelona de atracción, poblada por edificios de autor y que deja de lado la calidad de vida de sus ciudadanos.
El escritor Pau Vidal no se muestra muy optimista. Los desahuciados, los expropiados forzosos, los sin casa, los "olvidados de la limpieza urbanística" son precisamente los protagonistas de su libro de relatos Homeless. Una obra que nace "de la tristeza que me produce esta política urbanística que conlleva la destrucción del paisaje y de la indignación por la manipulación propagandística que se realiza. Hasta el punto de que están convirtiendo Barcelona en una parque temático. Que es un concepto válido para describir la extrañeza de un residente convertido ya en figurante, de alguien que pasa de salir al balcón para hablar con su vecino a salir para que lo vean los demás. Esa sensación de que el lugar en el que has vivido siempre ya no te pertenece. Esa mirada de desarraigo la vi el otro día en una vecina; parecía la de un emigrante africano que ya no reconoce su entorno".
Parece una encrucijada, pero no lo es. Bienvenidos al mayor parque temático de Catalunya...