"Ciertos desastres naturales - singularmente, los terremotos- golpean sin avisar. Como acabamos de presenciar en Cachemira, son los que provocan mayor devastación. Otros, sin embargo, pueden ser objeto de previsión, como los huracanes que han vapuleado Estados Unidos y posteriormente México durante este otoño.
El desastre no natural que está a punto de engullir ahora Washington DC tiene, según tal perspectiva, más de huracán que de terremoto. Lo que equivale a afirmar que es factible ver cómo se aproxima.
Las primeras señales de advertencia de la proximidad de un huracán son breves ráfagas de viento y chubascos... Pues bien, la capital estadounidense se ha visto azotada por estos fenómenos a lo largo de los últimos dos meses. Vale la pena detenerse un instante para analizar un par de estos incidentes. Karl Rove, el asesor de mayor confianza de Bush, es objeto de una investigación en relación con una filtración a periodistas de la identidad de una agente encubierta de la CIA, Valerie Plame. También se cierne una tormenta sobre la cabeza de I. Lewis Scooter Libby, jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney, quien sostuvo conversaciones con una periodista de The New York Times sobre la señora Plame.
Después de que varias ráfagas y chubascos económicos han alcanzado simultáneamente a primeras figuras republicanas de ambas cámaras del Congreso estadounidense, cabe aventurar la hipótesis de que se haya tratado de tormentas en un vaso de agua y no de presagios de la llegada de un huracán. No obstante, existen tres razones para pensar de otro modo.
Supongamos - sólo por un instante- que Karl Rove reveló con conocimiento de causa que la señora Plame era agente de la CIA con el objeto de desacreditar a su marido, Joseph C. Wilson (quien, como se recordará, había acusado a la Administración Bush de falsear informes de los servicios de inteligencia estadounidenses relativos a los planes y aspiraciones nucleares de Saddam, a fin de justificar la guerra de Iraq). Revelar la identidad de un agente secreto constituye un delito. En estos momentos, las posibilidades de que tal operación fuera autorizada por el propio presidente son relativamente reducidas; y las de que tal autorización llegara a ser registrada en una grabación al estilo Nixon lo son aún más, de modo que resulta improbable que nos hallemos ante un escándalo de las dimensiones del Watergate. Aún así, si este asesor de la mayor confianza cae, la imagen del presidente no quedará limitada meramente a la de un presidente falto de autoridad al final de su segundo mandato. No. El presidente será un auténtico pavo recién asado, y sus enemigos podrán deshuesarlo y envolver a continuación las porciones para prepararse un emparedado.
La segunda razón por la que puede llegar un huracán estriba en que hay mucha gente tentada de provocarlo. El caso Watergate no sólo destruyó a Richard Nixon: labró la reputación de fiscales como Archibald Cox y periodistas como Bob Woodward. No hay un solo gacetillero en Washington que no haya visto Todos los hombres del presidente sin ponerse a fantasear en hacer el papel de Robert Redford como Bob Woodward. En realidad, cuando se presenta un escándalo de tales características siempre hay gente dispuesta a alcanzar niveles de heroica profesionalidad. Por idéntica razón, fuentes molestas u ofendidas en el seno de una Administración poseen un poderoso incentivo a su alcance para cometer una filtración. Hasta este año no hemos sabido quién fue realmente Ggarganta Profunda,gracias a la decisión de Mark Felt de cantar después de más de 30 años. Si ello no demuestra que los periodistas estadounidenses conocen la forma de proteger sus fuentes, ya no sé qué más quiere la gente; de modo que mejor será que procedamos a preguntarnos a nosotros mismos sobre cuántos - especialmente los relacionados o conectados con el espionaje y los servicios de inteligencia- podrían abrigar inquina o animadversión contra Bush. Me atrevería a pensar que hay hoy día suficientes gargantas profundas en Washington para formar un coro de barítonos.
La tercera razón para conjeturar la posible llegada de un huracán puede ilustrarse, sencillamente, con la idea de la justicia poética,o el triunfo de la virtud sobre el vicio. Los antiguos griegos poseían un término para designar a los ensoberbecidos por su propio poder hasta creerse iguales a los dioses: la hubris.Quienes a ella sucumben se hallan condenados a encontrar su castigo a manos de la inexorable diosa Némesis. Némesis no anda con remilgos a la hora de idear algunas maneras apropiadas para poner en práctica la justicia o retribución divina.En esta ocasión, ¡la verdad es que se ha superado a sí misma! Tal como van las cosas, los juicios a Saddam Hussein y a Karl Rove podrían coincidir y celebrarse de modo más o menos simultáneo...
Imagínense que se trata de un procedimiento jurídico en estéreo. En Bagdad, después de la sesión de espiritismo en que se ha convertido la sala de tribunal que juzga a Slobodan Milosevic en La Haya, Saddam reprueba la invasión de Iraq. Entre tanto, en Washington, el fiscal especial Patrick Fitzgerald revela el cinismo con que se planeó y vendió a la gente...
En estos momentos, los niveles de aprobación a la gestión de Bush en los sondeos de opinión descienden al 39%, el porcentaje más bajo de su mandato. Aún habrá de descender más mientras prosiga con su extraña reconstrucción de los setenta ¡sazonada del correspondiente atolladero militar, crisis de los precios del petróleo y ahora escándalos de la fuerza de un huracán! Pero no se alteren demasiado... Al fin y al cabo, sólo es el presidente. Es sustituible por definición. En el 2008, si no antes. Por más espectacular que pueda revelarse en último término la magnitud de la caída de su reputación, el efecto multiplicador de tal factor en Estados Unidos - tal vez también en el partido republicano- puede ser muy inferior al que tanto él como sus detractores consideran plausible.
Como autor reciente de mi libro Coloso. Auge y decadencia del imperio americano,se me pregunta habitualmente sobre cuándo estimo que sucederá tal acontecimiento. La respuesta es que no este año, el año que viene o el siguiente. Ni este decenio. Y, probablemente, tampoco este siglo.
Porque es menester señalar que el imperio norteamericano es joven a tenor de parámetros históricos. Estados Unidos se fundó hace 229 años; su era de expansión en ultramar apenas ha durado un siglo. Compárese con la historia de Roma, fundada en el 509 antes de Jesucristo, que devino una potencia verdaderamente imperial cuando Octavio se convirtió en Imperator Cesar Augustus en el año 27 antes de Jesucristo, alcanzó su máxima extensión bajo Trajano (que murió en el año 117 de la era cristiana) y fue dividido cuando la capital imperial se trasladó a Bizancio en el año 395 de la misma era. Si se data el imperio romano desde el ascenso de Augusto hasta la muerte de Teodosio, duró 422 años. Si se data desde la fundación de la República hasta el saqueo de Constantinopla por los turcos en el año 1452, duró 1.962 años.
Si quisiera aplicar enteramente la analogía, diría que cabría situarse actualmente en algún momento en torno al mandato de Trajano. Caí en la cuenta de la pertinencia de tal analogía cuando visité en fecha reciente la Ciudad Eterna. La próxima vez que tengan ocasión de visitarla, acérquense al foro de Trajano (justo enfrente del enorme pastel de boda estilo fin de siglo que es el monumento a Víctor Manuel II). Allí podrán contemplar la columna espectacular donde se representan las conquistas militares de Trajano, así como la amplia área comercial romana conocida como el Mercado Trajano.
Como nos dijo el historiador Edward Gibbon (1737-1794), "Trajano ambicionaba la fama. Mientras la humanidad siga prestando mayor aplauso y consideración hacia sus destructores que hacia sus benefactores, la sed de gloria militar seguirá siendo el vicio de las figuras y personalidades más encumbradas". Tras sojuzgar a los dacios, que se atravieron a "insultar (...) al imperio romano", extendió la frontera romana hasta su límite oriental. En el año 114 "descendió victorioso por el río Tigris, desde las montañas de Armenia hasta el golfo Pérsico (...). Sus flotas asolaron las costas de Arabia (...) y las ricas tierras de Armenia, Mesopotamia y Asiria, que fueron reducidas a la condición de provincias".
Al tener ocasión de recordarles que Dacia fue la Serbia de los tiempos modernos y Mesopotamia el actual Iraq, caerán en la cuenta de que se advierte un sorprendente paralelismo geográfico entre las recientes expediciones bélicas estadounidenses y las campañas de Trajano. Fue, asimismo, Trajano quien fue objeto de la sátira de Juvenal por entretener a la plebe romana con pan y circo.Mientras se disputan las series mundiales de béisbol en Estados Unidos y mengua el interés de la gente por el lío de Iraq, la verdad es que todo esto me suena...
No obstante, la ampliación del imperio de Trajano sufrió una pronta rectificación por parte de su sucesor Adriano, que se retiró de Armenia, Mesopotamia y Asiria y quiso congraciarse con los pueblos bárbaros. "No ahorró esfuerzos - señala Gibbon- para convencer a la humanidad de que el poder de Roma, por encima de la tentación de la conquista, procedió únicamente a instancia de los objetivos del orden y la justicia". En fin, cabría interpretar todo ello como una abierta y franca línea de política exterior susceptible de ser aprovechada por el sucesor del presidente Bush.
En suma, ¿quién será el Adriano estadounidense? No tengo ni idea, pero espero que sea John McCain. Después del último huracán, Estados Unidos necesitará a una figura de su calibre para consolidar su imperio y hacer una buena limpieza tras el lío y la confusión que el circo ha dejado en casa."
N. FERGUSON, profesor de Historia ´Laurence A. Tisch´ de la Universidad de Harvard y miembro de la junta de gobierno del Jesus College de Oxford
Traducción: José María Puig de la Bellacasa. Publicado en La Vanguardia Digital
4 comentarios:
Publicar un comentario