En 30 años, el tiempo de trabajo ha bajado drásticamente en Europa. La respuesta sindical a las crisis de los setenta y ochenta, bajo el influjo del mayo del 68, generó la estrategia de reducir horarios
¿Por qué los europeos trabajan menos horas que los estadounidenses? La respuesta, aunque a algunos pueda parecer obvia e incluso políticamente incorrecta, es objeto desde hace una década de un amplio debate entre los economistas, polarizado entre los que se inclinan por las motivaciones fiscales y los que lo imputan a causas de carácter cultural. Un reciente estudio de tres economistas para el Centre for Economic Policy Research (CEPR) sostiene que la predisposición de los europeos a trabajar menos horas obedece a la mayor presencia de sindicatos en sus economías y a la estrategia desarrollada por estas organizaciones después de los hechos del mayo del 68.
Los defensores de la hipótesis cultural contraponen la propensión europea hacia el ocio con el puritanismo calvinista de Estados Unidos, que históricamente impulsó la supresión de las grandes fiestas religiosas del calendario laboral. La hipótesis fiscal - esquemáticamente, a mayor impuesto sobre la renta, menos horas de empleo- funciona sólo a la hora de explicar la incorporación de la mujer al mercado de trabajo. Pero ambas hipótesis fracasan a la hora de explicar por qué hasta principios de la década de los setenta, estadounidenses y europeos trabajaban el mismo número de horas - e incluso alguna más en el Viejo Continente-. En EE. UU. se trabaja hoy una media de 46 semanas anuales frente a las 40 de países como Francia y Alemania. ¿Qué ha ocurrido en estos treinta años?
"La respuesta al interrogante reside en la mayor sindicalización de las economías europeas y en los efectos que sobre su estrategia tuvieron los hechos del mayo del 68 en Francia y Alemania y del Autunno Caldo de Italia en 1969", explica Alberto Alesina, autor del estudio junto con Edward Glaeser y Bruce Sacerdote. "Cuando los sindicatos tuvieron que hacer frente a las crisis de los años setenta y ochenta, respondieron con una estrategia basada en el reparto del trabajo resumida en el trabajar todos, trabajar menos". Y añade: "En las economías europeas, los sindicatos de sectores e industrias en declive tratan de garantizar su base de afiliados para mantener así su poder". Lo que sirve para sectores concretos acaba por arrastrar al resto de la economía y tener una amplia repercusión: si el vecino o el familiar hacen menos horas, por qué no yo. Si el vecino hace vacaciones en agosto, yo también.
Las políticas de reducción del tiempo de trabajo pueden no haber servido para crear más empleos - al menos no hay datos empíricos sobre su efectividad-, pero han sido determinantes en la creación de las infraestructuras europeas vinculadas al turismo de masas. De hecho, las vacaciones estivales explican hasta un 80% del diferencial de horas trabajadas en uno y otro lado del Atlántico. Del mismo modo, "trabajar más o menos horas no es algo innato, pero sólo una sociedad sindicalizada y regulada puede dar respuesta a este deseo", razonan los autores.
Las economías europeas están mucho más sindicalizadas que la norteamericana. En Estados Unidos el número de trabajadores asalariados con convenio colectivo es inferior al 20%. En el norte de Europa, supera el 80%. En Europa, el sindicalismo alcanzó su cenit a finales de los setenta para iniciar un suave declive. En Estados Unidos ese declive ha sido más pronunciado y tiene su actual expresión en la crisis de la antaño poderosa AFL-CIO. La segmentación racial y la mayor estabilidad - Europa sufrió en el siglo XX dos guerras mundiales- han hecho de la sociedad norteamericana un lugar más inhóspito para el sindicalismo. También el marco político ha influido. El sistema de elecciones proporcional europeo ha permitido a la izquierda socialista - más proclive a las tesis sindicales- acceder a los parlamentos mucho más que en el federalizante sistema norteamericano. De ahí que en casos como en Francia, la reducción del tiempo de trabajo haya sido primada por ley.
En cualquier caso, el modelo de ocio europeo - vacaciones de cuatro semanas, menos horas semanales- parece muy arraigado. "Los europeos parecen felices de trabajar menos. Si han internalizado o no el efecto que eso pueda tener con respecto a sus competidores es otra cosa", afirma Alesina, quien advierte que "el estudio no analiza si esto influye en el menor crecimiento europeo". ¿Qué opinan los sindicalistas de ello? "Para nosotros, lo importante es cuánto se trabaja en realidad, que es bastante más de lo que dicen las cifras oficiales", explica Manel Garcia Biel, portavoz de CC. OO. en Catalunya (España, de hecho, tiene una media de horas trabajadas superior a la del resto de los países europeos). "Nuestra política seguirá siendo la de reclamar una reducción horaria para disminuir el desempleo y al tiempo ganar productividad".
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